Así como la rueda y la imprenta fueron insumos para cambios profundos en la disputa de poder de su época, en la actualidad acceder a información en tiempo real y desde cualquier lugar del planeta puede ser una llave para la transformación social. Contar con datos transparentes y verificados sobre la vida sociopolítica y económica de una comunidad es un derecho de las personas. Que una sociedad esté -bien- informada, ¿puede transformar para bien su ejercicio ciudadano? En Argentina y Paraguay existen organizaciones que aportan algunas respuestas.
“La información es clave en una sociedad democrática, tanto para que la calidad de la deliberación pública sea más rica como para que la gente tome mejores decisiones”, explicó Laura Zommer, periodista, abogada y Fellow Ashoka desde 2022. Los datos verificados sobre la vida política y cotidiana de las personas son fundamentales en el debate público, para “evitar sesgos y prejuicios, así como los algoritmos no transparentes diseñados por las plataformas y redes sociales para ganar dinero”, analiza. Es que, si de ampliación de la tecnología se trata, existen dos caras de una misma moneda.
Que la sociedad pueda conectarse más fácilmente a internet y contar con dispositivos como celulares y computadoras permite, por un lado, “un mayor acceso a la información a menor costo para mucha más gente”, entiende la creadora de LatamChequea y co-fundadora y CEO de FactChequeado. Pero. por otro lado, existen “peligros del uso de la tecnología sin ética o escrúpulos”. Es decir, que “la desinformación y las posibilidades de la IA para mejorar el acceso a la información son dos caras” del mismo fenómeno, analizó.
Con el avance de las tecnologías es cada vez más complejo discernir cuál es el rostro que mira desde un posteo en redes sociales o una noticia viral. Por eso, “es indispensable alertar y trabajar estrategias de alfabetización mediática e informacional (media literacy) para que la sociedad esté mejor equipada para navegar el desorden del ecosistema informativo” e identificar información falsa, consideró Zommer. Su experiencia en la temática se remonta a su rol como Directora Ejecutiva de Chequeado, la organización argentina sin fines de lucro pionera en la lucha contra la desinformación en América Latina y el hemisferio sur, y uno de los diez primeros fact checkers del mundo.
Para David Riveros García, Fellow Ashoka desde 2022, existe una herramienta ciudadana por excelencia para interpelar a las personas en su rol ciudadano. “Sin información transparente, las ‘versiones únicas’ corren y crecen con facilidad. Sin educación, ese proceso no es cuestionado y luego se confunde la educación con la internalización de versiones únicas”, interpretó.
Para él, es relevante poner en marcha políticas educativas de calidad que alcancen a todas las personas desde temprana edad, sin excluir a quienes viven en entornos vulnerables. Sin embargo, ello no es un remedio en sí mismo a la desmovilización democrática. “Muchos países son altamente transparentes, con buenos niveles de educación y, al mismo tiempo, tienen una tendencia autoritaria en la última década”, evaluó. Su trabajo en ReAcción se expande a proyectos orientados a jóvenes de Paraguay (ParaguaYoite, AIGA, Quántico) justamente para encontrar el por qué a ese fenómeno, que también investiga en la universidad de Harvard.
“Acceder a información pero no comprenderla, o que la información accesible no sea la que le interesa a la ciudadanía y que al final las fricciones sean demasiado costosas para que pueda utilizarse colectivamente, son formas de mantener fijos ciertos horizontes aspiracionales que permiten la consolidación de los discursos únicos”, explica Riveros García. Frente a ese panorama, sus proyectos se enfocan en promover jóvenes liderazgos y su formación de alto nivel, para que aprendan sobre políticas públicas, servicio público y tecnología. Así transformar sus horizontes y realidades, y los de sus comunidades.
Cantidad y calidad
En la actualidad, todavía 2600 millones de personas de todo el mundo no tienen acceso a dispositivos tecnológicos, relevó la Organización de las Naciones Unidas. Las brechas digitales -muchas veces profundizadas por estigmas vinculadas al género, la edad o la pertenencia socioeconómica- obstaculizan el desarrollo de miradas propias y profundizan el riesgo de invisibilizar movimientos sociales, identidades o pertenencias.
Acercar las nuevas tecnologías a la población y alfabetizarla en lenguajes digitales es crucial para fortalecer su participación ciudadana. Sin embargo, ambos Fellows Ashoka coinciden en que cantidad -de información y tecnología- no es sinónimo de calidad. “La tecnología debe reducir los costos y fricciones relacionados al ejercicio de la ciudadanía y facilitar la acción colectiva que incremente el costo de inacción política”, entiende el referente de Paraguay. Se debe evitar el peligro de que el software y el hardware “desintermedien” a los actores que hacen a la transformación social. Es decir, a las personas sintiendo, pensando y haciendo en colectivo.
Así, con más y mejor acceso a la información transparente, se puede lograr que el “costo de la mentira” sea una variable de peso en los gobiernos y los sectores de poder de cada país, de manera de “reducir la impunidad intelectual y que los ciudadanos identifiquen más cuando los líderes políticos, sociales o de opinión buscan engañar o manipular”, concluyó Zommer. En definitiva, lograr un más eficiente y responsable ejercicio de la democracia cuando la verificación de la información lleve a que las personas ejerzan su rol soberano de pedir explicaciones.