La educación situada y empática como semilla para transformar el mundo
“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. La frase pertenece al pedagogo brasilero Paulo Freire, un referente en pensar la práctica de educar como una acción social, política y colectiva. Esa mirada que involucra saberes, sentires y pertenencias de diferentes actores educativos y comunitarios es la misma que sostiene las iniciativas de Ashoka y de sus Fellows en el campo de enseñar y aprender.
Sembrar una mirada diferente sobre la educación es fundamental para tejer más oportunidades para las infancias, adolescencias y juventudes para el acceso a sus derechos y para que en el futuro sean personas adultas comprometidas con un mundo más justo. “La clave es dar lugar a preguntas incómodas que puedan surgir de las chicas o los chicos, como ‘¿por qué esa persona vive en la calle?’ o ‘¿por qué hay tanta basura en el río?’. Es fundamental buscar la respuesta en conjunto”, planteó Ariela Lijavetzky, directora de Niñez y Juventud y Alianzas Estratégicas de Ashoka Cono Sur.
Como hallar respuestas a las problemáticas no es tarea sencilla, la mejor forma de acercarse a ellas es “invitar a otras personas a pensar”. Así lo hace Ashoka desde su visión de “Educación Transformadora”, que convoca a instituciones, especialistas o emprendedores sociales que reúnen sus experiencias e ideas al servicio de “transformar el mundo de la educación”.
Pasos hacia un nuevo paradigma
El puntapié inicial para construir una manera distinta de entender y gestionar la educación es promover modelos de aprendizaje capaces de despertar el potencial de cada niño, niña y adolescente como agente de cambio, y que cuente con nuevas herramientas para lograrlo, como la tecnología. Ello, muchas veces, implica presencia en una instancia anterior, que es la de colaborar desde el rol que ejerza cada actor a que los derechos básicos de esas personas estén satisfechos.
En todo el camino, es fundamental el contacto y la capacitación de docentes y equipos directivos de las escuelas, así como involucrar a organizaciones sociales y comunitarias que tienen presencia en los barrios, y a las familias. Es decir, buscar “enseñar desde la empatía, que forma parte de la alfabetización básica de las infancias porque necesitan ’aprender a leer’ a su entorno y ’aprender a escribir’ las soluciones que requiere cada problema”, planteó Lijavetzky.
En Uruguay, desde la década de 1990 funciona “El abrojo” con una perspectiva similar. Su creadora, Adriana Briozzo Colombo, desarrolló un modelo de educación integrado para promover la alfabetización y evitar la deserción escolar en poblaciones vulnerables. Si bien, a diferencia de lo que sucedía hace casi 30 años, la multiplicación de las pantallas amplió el acceso a la información para las infancias y juventudes, las oportunidades siguen siendo menos para quienes viven en contextos de pobreza, lo mismo que sucede con todas las condiciones estructurales para su crecimiento.
“Es importante generar cambios en la metodología en las formas de enseñar y aprender en espacios situados, en el propio contexto de aprendizaje, donde se crían y se desarrollan los chiquilines cotidianamente”, destacó Briozzo Colombo.
Para llevar adelante el proyecto, la iniciativa involucra a las mamás -o personas significativas de su entorno familiar- para generar “nuevas formas de hacer” que se transmitan de generación en generación, un aprendizaje que no tiene que ver solamente con los contenidos sino con los modos de generar vínculos afectivos, de respetar y validar a las otras personas.
“Ya no se trata sólo de adquirir conocimientos (aunque nunca se trató solo de eso). Hoy más que nunca el mundo necesita personas que pongan en práctica su empatía, que conecten con los problemas y piensen soluciones”, coincidió la directora de Ashoka. Plantar la semilla de una educación que reconozca los saberes que aporta la experiencia y la herencia cultural y que construya estrategias para la promoción colectiva de los derechos de niñas, niños, adolescentes y sus entornos.