Reforma educativa: “Estamos tan enfocados en los resultados de las pruebas que estamos perdiendo el por qué (de la educación)…”

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Artículo por Axel Kesler

En medio de las tomas de secundarios y la reforma educativa propuesta por el Macrismo, entrevistamos a Eevamaija Vuollo, educadora finlandesa, para que nos cuente sobre el proyecto de innovación educativa que está impulsando en Chile. Además, le preguntamos su opinión sobre cuáles cree que son los desafíos de la educación en el siglo XXI y sobre el conflicto que se está dando en Argentina.

Cualquiera que mire fotos de hace algunos años, que se ponga a pensar en la cantidad de aparatos que han dejado de existir en tan poco tiempo, o que simplemente charle con alguna persona más grande, puede identificar cantidades de cambios que se han dado en nuestro país durante el último siglo. Han cambiado las modas, las ropas, los trabajos, los edificios, las instituciones, los parques, los medios de transporte y de comunicación, el lenguaje, y tantas cosas más. Pero hay algo que todavía permanece casi intacto en su estructura: la educación. Basta con googlear una foto de una clase de hace 100 años y compararla con el aula de hoy en día para darse cuenta de algo que se mantiene casi igual: bancos en fila, un pizarrón, alumnos sentados y mirando al frente (manteniendo ese viejo concepto del estudiante como el ser “sin luz”), un docente que explica y dicta (este sí un “ser iluminado”), etc. Alcanza incluso con comparar las incontables innovaciones tecnológicas o los acelerados cambios culturales de las últimas décadas con las pocas reformas profundas dadas en el ámbito educativo para ser consciente de que algo ha quedado desfasado. Y si bien, no podemos ser ingenuos e ignorar diversos cambios que se han dado en la educación (reformas en los planes de estudios, formas de concebir el rol del docente, maneras de explicar algunos contenidos, paradigmas en la formación de docentes) sabemos que estos no han quedado más que en límites superficiales que poco han reconfigurado sus principios.

Habitamos la época de los cambios acelerados y de la hiperinformación, en la que internet nos busca responder hasta cómo ser más felices y nuestras sociedades, por supuesto, no son ajenas a eso. Vivimos con la información al alcance de una computadora, atravesamos transformaciones muy aceleradas en el campo de la tecnología y el conocimiento, compartimos el intercambio inmediato con personas que viven en la otra punta del mundo. Asimismo, también buscamos cambios más acelerados en nuestra rutina, nos cuesta quedarnos quietos por tiempos tan prolongados, necesitamos chequear redes sociales y medios de comunicación de forma periódica, vivimos más abstraídos de la naturaleza y del instante concreto. El aula quieto, silencioso, invivido, que nos proponen no está a la altura de niños, niñas y adolescentes que necesitan algo más que una simple estadía inmóvil en el “panóptico del conocimiento”. Si bien la producción de nuevos saberes nos han aportado cantidades de argumentos y pruebas que indican que la educación debe tomar otro rumbo, que existen mejores técnicas de enseñanza y aprendizaje, las formas siguen estancadas en (no tan) dinámicas ya obsoletas.

Está claro que la educación debe ser repensada y reestructurada para que se adapte a las demandas del siglo XXI. Sin embargo, debemos entender que eso exige un proceso íntegro de análisis, reflexión y debate que, por sobre todas las cosas, involucre a todos los actores de la comunidad educativa. Ya Janusz Korczak, gran pedagogo de mitad de siglo XX, que fue asesinado en los campos de exterminio nazi al decidir acompañar a sus estudiantes hasta el final, nos hablaba en su momento de la “escuela democrática”; una escuela en la que el niño y la niña sean reconocidos/as como sujetos críticos capaces de tomar las riendas de su propia educación. Él mismo afirmaba: “el niño razona y entiende del mismo modo que un adulto: tan sólo carece de su bagaje de experiencias”. Y en esa misma línea, consideraba que ellos mismos debían experimentar, vivenciar y entender emocionalmente los procesos de socialización y preparación para la vida adulta. En su práctica pedagógica, no se trataba de “seres iluminados” que bajan un contenido a los “sin luz”, sino de la experimentación del propio sujeto, teniendo en cuenta la individualidad de cada uno/a (algo que las pruebas estandarizadas que hoy siguen aplicándose en nuestra escuela continúan obstaculizando).

Así como podemos rescatar la pedagogía korczakiana, tantas experiencias del mundo nos han demostrado que existen alternativas a esta educación obsoleta: modos de aprendizaje cooperativos en los cuales el conocimiento se incorpora en grupo (varias escuelas de Finlandia, por ejemplo, adoptan este modelo), la famosa educación no formal en la que el juego es la dinámica que introduce el contenido (propio de los movimientos juveniles scout), la integración de nuevas tecnologías en el aula (algo que el proyecto “conectar igualdad” intentó pero quedó a medio camino, al haber logrado avanzar en la democratización del acceso a las tecnologías pero sin conseguir insertarlas realmente a los procesos de aprendizaje), entre tantas otras. Y, creo, la educación actual debe lograr procesar e integrar esas experiencias, entendiendo que las necesidades de nuestras sociedades han cambiado, así como fueron transformándose nuestras formas de relacionarnos con el/la otro/a y con el mundo.

El debate por la educación se intensificó en las últimas semanas a raíz del intento por parte del gobierno nacional de imponer una reforma educativa nacida desde una instancia gubernamental y no consultada con la comunidad educativa. La misma busca aplicar sólo a las escuelas secundarias públicas de CABA y, entre otras cosas, modificar el último año de la cursada agregando pasantías laborales gratuitas en empresas. Se trata de una reforma que presenta un vuelco hacia la “educación para el trabajo” y no para la formación crítica, es decir una educación que busca satisfacer demandas inmediatas del mercado, sin contemplar los cambios acelerados de las formas de trabajo, y recorta en contenidos académicos que fomentan la construcción de conocimiento y la reflexión cívica (menos espacio curricular para contenidos científicos y cívicos). Frente a eso, más de 30 escuelas secundarias se encuentran tomadas por los estudiantes.

En ese marco, tuvimos el honor de entrevistar a Eevamaija Vuollo para preguntarle sobre su proyecto en Chile y sobre las demandas actuales de la educación. Ella es Magister en Educación Intercultural, trabaja como asesora e investigadora de la ONG chilena Educación 2020 que impulsa un proyecto de innovación educativa, nació en Finlandia y tiene 26 años.

 – ¿Qué es educación 2020?

 Eevamaija: Educación 2020 es una fundación sin fines de lucro que nació de un movimiento ciudadano, hace 9 años en Chile. Por las reformas educativas que se iban impulsando, y en base a una columna de opinión que escribió el fundador Mario Waissbluth, este movimiento fue creciendo: se juntó con estudiantes de la universidad, gente que estaba trabajando ahí, etc. Y así comenzó el movimiento en el que después nos organizamos como una ONG.

El objetivo ha sido siempre mejorar la calidad y la equidad de la educación en Chile. Si bien, también tenemos proyectos afuera, es una ONG chilena. Y como ahora estamos trabajando mucho la calidad y la equidad de la educación pensamos que podemos trabajar a través de mejorar la educación pública. Porque la educación pública es una herramienta muy poderosa para combatir la segregación en la sociedad, y por eso es que a través de esta podemos mejorar las condiciones de vida para todos y crear confianza, algo que falta mucho en nuestras sociedades.

– ¿Qué proyectos tienen actualmente?

Eevamaija: Estamos trabajando a través de innovación pedagógica en el sistema público, tenemos varios proyectos en varias escuelas a lo largo de Chile: en el sur, en la región Arauncanía, en la región metropolitana, y para nuestro próximo año la meta es tener una red de 50 escuelas en un proyecto que se llama red 50[1]. Estamos implementando esos dos modelos educativos innovadores para transformar las horas de clase, y con las experiencias que tenemos en el terreno llevarlas al congreso para generar una propuesta de escalar a nivel nacional y de verdad transformar las maneras de aprender y enseñar.

– ¿Cuáles son para vos los desafíos de la educación en el Siglo XXI?

Eevamaija: El sistema educativo actual en muchos países del mundo, que obviamente son distintos, pero en el marco general, ya no está respondiendo a las necesidades de la sociedad. En verdad, los niños, niñas y jóvenes están muy aburridos en la escuela. No ven la conexión con la vida real y la escuela. Lo que están aprendiendo no entienden para qué sirve. Yo creo que eso es un problema urgente porque, como hemos escuchado muchas veces hoy en día, en verdad los jóvenes quieren hacer cambios, quieren cambiar el mundo y tienen la voluntad de hacerlo, pero la escuela ahora no está dando las herramientas para eso. La escuela está aislada de alguna manera de las problemáticas en la sociedad y estamos fijados en los contenidos más específicos de cada asignatura. Es un sistema muy disciplinar: “yo soy profesor de matemáticas y hablo sólo de matemáticas”. Yo creo que si queremos de verdad formar una ciudadanía crítica y creativa que puede solucionar los problemas complejos que tenemos, de verdad tenemos que cambiar el paradigma hacia una visión más integral en la educación y empezar a ver, primero de todo, para qué estamos educando a nuestros niños y niñas. Yo creo que esa discusión muchas veces falta. Estamos muy enfocados en los resultados de las pruebas que estamos perdiendo el por qué; por qué estamos educando a toda la ciudadanía, para qué, cómo lo queremos hacer, qué es la ciudadanía, qué queremos construir, qué mundo queremos construir.

– ¿Qué opinas de la reforma educativa que se está lanzando acá en la Argentina y sobre el conflicto que se desató a partir de ello?

Eevamaija: Yo creo que, de lo poco que conozco el contexto argentino, muchas veces la resistencia tiene que ver con que las políticas educativas están muy lejos de la realidad en la escuela. Los tomadores de decisiones de verdad no tienen mucho conocimiento de lo que pasa en las escuelas. Muchas veces, por ejemplo, los profesionales en educación, los docentes, los equipos directivos, entre otros, no están consultados en las políticas educativas y eso genera una tensión. A pesar de que las reformas pueden tener una intención buena, al mismo tiempo están impuestos de arriba hacia abajo y no se entregan las herramientas y los recursos necesarios para la implementación. Yo creo que ese es el principal tema por el que genera resistencia en las bases del sistema. Por eso habría que cambiar las maneras de hacer las políticas públicas, deberían empezar desde las bases que es ahí donde está el conocimiento, se debe conocer la realidad. Tenemos que empezar a trabajar en conjunto en vez de hacer políticas desde arriba hacia abajo.