​Arriba las emociones: escuelas en donde está bien expresar lo que uno siente

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Resolver los conflictos, desarrollar la empatía, promover el diálogo y trabajar en equipo son estrategias que se usan para activar en el cerebro de los chicos sus ganas de aprender.

Trabajar de manera colaborativa, involucrarse en acciones comunitarias, lograr ponerse en lugar del otro, liderar equipos, desarrollar un pensamiento crítico y tener la capacidad de autorregular las emociones son algunas de las habilidades socioemocionales que, hoy por hoy, el mundo demanda.

Según los especialistas en materia de educación, la escuela tiene que formar chicos en relación con estas competencias y la clave para lograrlo está en la educación socioemocional.

"Está comprobado que el mundo entra al cerebro a través del sistema emocional, no del sistema racional. La neurociencia confirma que si no hay primero un estado emocional que sea lo suficientemente favorecedor para el aprendizaje, no es posible que suceda", afirma rotundamente Lucrecia Prat Gay, neuropsicoeducadora y directora del área académica de la Asociación Educar.

En base a los conocimientos neurocientíficos, en la Argentina existen algunas entidades que están aplicando la educación socioemocional como parte del aprendizaje. Si bien no existe un único modelo a seguir, todas ponen el foco en que los chicos puedan desarrollar sus habilidades inter e intrapersonales.

"El mundo necesita personas que tengan buenas habilidades socioemocionales, más allá de los conocimientos duros en sí. Se estima que para 2020, el 35% de los trabajos van a ser posiciones que hoy no existen", explica María Merola, directora de Niñez y Juventud de Ashoka Argentina, entidad que identifica agentes de cambio para transformar la comunidad.

En esta misma línea, Prat Gay aporta: "Los colegios se están animando a decir que no están contentos con los resultados que tienen y están empezando a ver qué otras cosas se pueden hacer, y ahí aparece la educación emocional. Y la buena noticia es que todos lo pueden hacer sin necesidad de expertos, introduciendo pequeñas modificaciones en la manera de dar clases".

Como asesora de colegios, Prat Gay comenta que desde los gabinetes psicopedagógicos le señalan que tienen cada vez más casos de chicos que necesitan terapia desde temprana edad. "Los chicos están necesitando entender, por ejemplo, por qué tienen ataques de rabia y cómo controlarlo. En este sentido, la inteligencia emocional ayuda mucho para poder conocerse a uno mismo, saber qué cosas te sacan de tu eje y cuáles te ayudan a volver a él", sostiene.

Con el foco en el juego

En el Florida Day School, en la localidad bonaerense de Florida, hace 17 años que trabajan sobre la base de la educación socioemocional. Además de aplicarla en el aula, los chicos tienen espacios especiales donde, a través de lo lúdico, se busca que puedan desarrollar las distintas inteligencias múltiples.

"El flow center, por ejemplo, es uno de los espacios lúdicos donde semanalmente, los chicos de 1° a 3°, juegan de a dos o de a cuatro, trabajan en equipo, tienen que ponerse de acuerdo, colocar reglas y seguirlas, pero con un mediador -que es el docente- que está observando, y que si de repente necesitan de su ayuda está ahí y les da pistas para resolver los conflictos", explica Irene Brito, directora de Junior School.

Previamente a comenzar a jugar, los chicos hacen una ronda de inicio y participan de una etapa de relajación: se sacan los zapatos, y aquietan la mente y el cuerpo para dar paso al momento de desarrollo del juego. Estas técnicas provenientes del yoga conviven también en todos los espacios de la escuela.

"¿En qué consisten esas pistas que les da la docente? En analizar, por ejemplo, qué le pasa a un chico cuando ponen reglas y otro no las respeta. Se enojan y lo que necesitan es aprender a regular ese enojo", dice Brito.

Mariana Alvarado, integrante del equipo, añade: "Cuando terminamos, se hace una ronda de reflexión y ahí comparten qué pasó: se analiza cómo jugamos, cómo lo resolvimos, y cada uno habla".

Paula Watcher es una de los agentes que identificó Ashoka. Lidera la iniciativa Red por la Infancia, donde este año pusieron en marcha el programa internacional Pensar en Equidad (Think Equal, en inglés), que ya impacta a más de 700 chicos, de entre 3 y 5 años, en 17 escuelas piloto en la ciudad y el Gran Buenos Aires, Córdoba y Santa Cruz.

"El programa fue diseñado por grandes pensadores de todo el mundo que se pusieron de acuerdo en que hay que replantear la educación desde la primera infancia. ¿Por qué con los más chicos? Porque en los primeros cinco años no sólo construyen habilidades físicas, sino también las emocionales y sociales, claves para el resto de la vida", explica Watcher.

El jardín del Instituto José Manuel Estrada, en el partido bonaerense de San Martín, es una de las 17 escuelas donde se aplica el programa Pensar en Equidad. Allí, en la salita de 5, los niños hacen una ronda mientras que "la seño" Carolina les muestra un libro sobre los diferentes tipos de familia, y juntos reflexionan en relación al tema.

"Las propuestas para trabajar en clase varían, pero, por lo general, parten de una lectura y se genera un debate, se les pregunta qué les generó el cuento y se reflexiona sobre esa historia -explica Virginia Pardo, directora de la institución-. Son alrededor de cuatro propuestas semanales, de media hora, que las maestras adaptan en base a cómo esté el grupo en ese momento y están alineadas a la currícula."

Así trabajan para que los chicos puedan reconocer sus emociones, las puedan expresar, manifestar, ponerles palabras, y reconocer y aceptar las del otro. El diálogo, por ejemplo, se utiliza para resolver conflictos entre los niños.

"Los chicos hoy necesitan poder transmitir en el aula lo que les pasa. La tecnología permite un montón de cosas, pero también aísla. Soy una convencida de que el pibe que se portó mal es porque no lo sabe expresar", dice Pardo.

Una política de Estado

¿Cómo hacer para que la educación emocional llegue a todas las escuelas? Para Prat Gay, la respuesta es simple; debería ser una política de Estado.

"Aunque no haya una ley «que baje de arriba», uno puede empezar en su propia clase a incorporar lo emocional. Porque si esperamos, a lo mejor se nos pasa el tren, las generaciones van pasando y nosotros seguimos enseñando igual que hace 200 años", concluye.

Educación emocional: comprueban un impacto positivo en alumnos y docentes

Todas las instituciones y los especialistas en educación coinciden en que es necesario aplicar la educación emocional en las escuelas. Si bien es un proceso que lleva su tiempo, los cambios en la dinámica del aula y en el alumno se pueden ver a corto plazo.

"Desde que empezamos a aplicar el programa (Pensar en Equidad) a fines de marzo de este año, ya se notan los cambios. Los nenes llevan las actividades a sus casas y a veces ellos mismos te preguntan si hoy «nos toca hablar», como que esperan ese momento", explica Virginia Pardo, directora del jardín José Manuel Estrada, y agrega: "A las docentes también las vemos más entusiasmadas".

En este sentido, como referente del programa Pensar en Equidad, Paula Watcher cuenta que la prueba piloto que comenzó este año ya tiene sus frutos. "El 95% de los docentes manifestó que gracias a los encuentros que hicieron cambiaron la dinámica de la clase y el 98% lo recomienda. Y en los chicos se nota que tienen un mayor registro emocional y del otro, y muchísima más empatía", afirma.

Por su parte, Prat Gay remarca que trabajar lo emocional también ayuda en lo cognitivo y mejora el desempeño académico del chico. "Hay chicos que empiezan a sentirse más comprendidos o más integrados al colegio y rinden mejor. En muchos casos impacta directamente en el presentismo, tanto de los alumnos y como de los docentes", sostiene.

En esta línea, desde el Florida Day School aseguran que aumentó muchísimo la permanencia de los equipos docentes y remarcan que a sus ex alumnos les resulta más fácil la vida universitaria al haber adquirido estas habilidades socioemocionales.

"Otra cosa, por ejemplo, es que no tenemos prácticamente problemas de disciplina", explica Brito. "Hacemos mucho hincapié en que el error es viable y que se aprende de él", dice María Laura Iacopi, psicóloga y parte del equipo de la escuela.