Aldana Di Costanzo: "Quería acompañar a los chicos en duelo a resignificar su vida"

Aldana Aiken
Source: Aldana Aiken

Aldana Di Costanzo tenía seis años cuando su papá, Gerardo, falleció de cáncer; y 19 cuando su padrastro, Francisco, murió por un aneurisma en la aorta. "Las dos muertes fueron repentinas. Si bien mi papá tenía cáncer desde que yo tenía un año, estaba en un período que se llama de libre enfermedad. Se murió a las seis de la tarde y hasta las cuatro había estado durmiendo la siesta con él", dice Aldana, que hoy tiene 36.

"Hasta el último día de mi vida voy a recordar cuando llegué a mi casa, mi mamá nos sentó a mí y a mi hermano en cada pierna y nos dijo: "quiero contarles que papá se murió". Yo lloraba y decía: "decime por favor que esto es una pesadilla"", cuenta.

Desde muy joven, sintió que esos duelos tenían que resignificarse en una experiencia que trascendiera su dolor y el de su familia. Ése fue el motor que la llevó a crear la Fundación Aiken, la primera del país que acompaña psicológicamente a niños y adolescentes que hayan sufrido la muerte de padre, madre o hermanos, y a los adultos referentes que comparten ese duelo.

"Mi experiencia personal me llevó a pensar en los niños en duelo sin acompañamiento, no solo psicológico sino emocional: de persona a persona", explica Aldana. "Nosotros como familia no lo tuvimos. Primero, porque no existía ninguna fundación donde compartir esto con pares que pasaran por lo mismo. Por otro lado, teníamos muchas dificultades económicas como para solventar una terapia particular".

Además de hacer acompañamientos individuales, Aiken trabaja mediante terapias grupales. "El grupo genera sentido de pertenencia y da la posibilidad de encontrarse con pares que se entienden. Eso genera un plus y una sanación que refuerza un montón de cuestiones saludables en los chicos en duelo. Además, trabajamos con los adultos que deben contenerlos y que están atravesados por su propio dolor", sostiene.

Fue entre 2005 y 2008, mientras estudiaba la carrera de psicología, cuando nace en Aldana la idea de crear Aiken. "Fueron años de mucha lectura sobre el tema del duelo y la muerte. En marzo de 2008 leo "el" texto, que fue "Sobre el duelo y el dolor", de Elisabeth Kubler Ross, una de mis maestras en este tema", recuerda la psicóloga. "Leí cómo trabajan con niños en otros países y pensé: "Nosotros hubiésemos necesitado eso como familia"".

La primera consulta con una abogada, para ver cómo empezar con una organización social, se la pagó un amigo. Luego, en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú conoció a Mariela Bertolino, su directora, quien la incentivó a emprender el proyecto y la invitó a formar parte de su equipo para que ganara experiencia. "Empecé a hacer una rotación como psicóloga voluntaria y ahí conocí a una colega con quien pensamos los fundamentos teóricos y la metodología de trabajo", dice.

En agosto de 2008 atendieron a la primera familia. "Todo era muy casero a nivel institución, pero con una excelencia profesional en cuanto a la atención. Eso nos caracteriza desde siempre", subraya.

Aiken quiere decir "vida" o "vivir" en lengua mapuche y tehuelche. "Lo que yo sabía era que quería acompañar a los chicos a darle un nuevo sentido a la vida después de ese dolor tan grande. ¿Cómo se continúa sin uno de esos dos pilares que son la mamá o el papá? Se puede, por supuesto, pero lleva mucho tiempo y trabajo", describe.

Además, brindan capacitaciones sobre la temática a docentes, profesionales, empresas y a la comunidad en general. "Buscamos generar un cambio en la cultura en relación al tema del duelo y la muerte. Vivimos como si no fuéramos a morir nunca y eso desconecta de la vida. Cuando sos consciente de que en cualquier momento te podes morir, el día a día es un regalo", opina.

Desde hace un año, Aldana es fellow de Ashoka, lo que le permitió dejar su consultorio particular y dedicarse de lleno a la fundación. Dice que el equipo es "la perla" de Aiken: son 38 voluntarios, entre los que hay 23 psicólogos especializados en duelo, que son quienes atienden a las familias.

¿Con qué sueña? Con dar capacitaciones en todo el país, que haya sedes de Aiken en otras provincias (hoy se los orienta telefónicamente), y que, tanto en las carreras de salud como en el profesorado para docentes, haya formación en duelo.

Aldana no se imagina su vida sin Aiken. "Hay momentos muy difíciles: financieros, estratégicos, de todo tipo. Pero Aiken me permite, después de 30 años de la muerte de mi papá, seguir sanando mi herida día a día con cada familia", dice. Y concluye: "Poder trabajar de lo que uno ama, encima dando a otros, me hace sentir re privilegiada: millonaria. ¡A veces no puedo dormir de proyectar más y más cosas!".